En estos días pasados, he tenido la oportunidad de conducir por primera vez un automóvil con motor híbrido, el nuevo Toyota híbrido C-HR HV.

Después de recorrer 2.500 kilómetros, mi convencimiento de que el clásico motor de combustión interna del ciclo Otto, que no ha variado básicamente en más de cien años, está llamado a desaparecer definitivamente en fecha no muy lejana.

Pistones, cigüeñal, bielas, válvulas, culatas, cajas de cambios, engranajes y todo el arsenal de piezas necesarias para que el motor transforme la energía del combustible en movimiento, pasarán a ser piezas de un museo que recuerde a los pioneros del automóvil.

Mientras que el motor convencional sólo aprovecha el 30% de la energía que produce para su movimiento (el resto se transforma en rozamientos de la propia mecánica y los neumáticos, los frenos, la resistencia aerodinámica etc) Un híbrido, además de la propia energía que produce el motor de gasolina, que todavía utiliza, su motor eléctrico produce la suficiente energía para poner el vehículo en movimiento (momento de mayor esfuerzo y consumo) además de generar energía eléctrica y autoabastecer las baterías sin necesidad de carga externa (de la potencia total de éste modelo, 124 cv, el motor eléctrico aporta el 34 % aproximadamente)

La suavidad, la falta de ruidos, la respuesta al acelerar y en general el comportamiento y la fiabilidad de marcha de éste C-HR de Toyota, me inclinan a pensar que, el motor de explosión clásico con todas sus variantes y mejoras de los últimos años, está condenado a pasar a la historia. El sistema híbrido y los eléctricos, ya están amenazando su desaparición segura.