Diez y nueve administraciones, millares de políticos, enchufados y asesores, miles de millones evadidos, construcciones faraónicas inservibles ni siquiera el país más rico de Europa podría soportarlo. Pero ahí no se detiene la sangría. Ante el espectáculo que están dando nuestros políticos y los millones ocultos en paraísos fiscales, centenares de millares de profesionales ejercen su profesión y cobran sus servicios sin factura; muchos trabajadores modestos desencantados que reciben una subvención miserable o nada en absoluto, se ven obligados a hacerlo para dar de comer a su familia. Cuando en España debería reinar la prosperidad, estamos volviendo a la Sevilla de Rinconete y Cortadillo y a la banda de ladrones que capitaneaba Monipodio en siglo XVI, y a la picaresca que magistralmente describe Miguel de Cervantes y que acabó por alcanzarle también a él como recaudador de los impuestos reales, ya que terminó en la cárcel porque, al parecer, también había metido la mano en la caja. El problema viene de lejos, así nos va.