¿Qué va a ser de mí si algún día TVE suprime CORAZÓN, ese apasionante programa que de lunes a viernes me redime de mi aburrimiento justo cuando estoy comiendo?

¿Qué va a ser de mí si dejo de ver a Paquirrin, o a esas dos grandes figuras del toreo, un día y otro, y otro?

¿Qué va a ser de mí sin ver a una condenada por llevárselo crudo que aparece casi a diario en olor de multitudes?

¿Qué va a ser de mí si dejo de enterarme que la baronesa tiene que vender un cuadro por falta de liquidez?

¿Qué va a ser de mí cuando no esté informado de las desavenencias de un deportista con su pareja?

¿Qué va a ser de mí cuando deje de ver a una actriz pasada de moda si algún verano deja de enseñarnos los exagerados atributos que le ha regalado la naturaleza?

¿Qué va  a ser de mí si no veo a algún bellezón del momento airea su estado de buena esperanza?

¿Qué va a ser de mí cuando deje de ver a una recién parida abandonar el hospital con el neonato en brazos que no se coloca nunca el cinturón de seguridad en una demostración ejemplar?

¿Qué va a ser de mí si no me entero del divorcio – y la vida y milagros- de tanta lumbrera y me priva de tan valiosa información durante treinta minutos cuando estoy comiendo?

¡Qué va a ser de mí el día que TVE se dé cuenta de que el programa CORAZÓN, por repetitivo, aburre hasta a las vacas?