No necesitan monumentos, su herencia es su arte, y  ni siquiera  importa dónde está enterrados (Mozart, Lorca).

Músicos, pintores, escritores, poetas… desde el principio de la historia que  conocemos, han dejado un legado que pervive a través de los siglos.

Lorca, Platón,  Homero, Cervantes, Leonardo de Vici, Miguel Ángel, Velázquez, Bethoven, Mozart, Pavaroti…puedes escucharlos, leerlos o contemplarlos. Sus grandes obras sobreviven a través del tiempo y seguirán vivas cuando nosotros ya no estemos.

Me ocurre cuando escucho una y otra vez a mi idolatrado Alfredo Kraus.

Le conocí un verano en Lanzarote, en un hotel. Por las mañanas, su maravillosa voz invadía cada rincón cuando vocalizaba ensayando desde su habitación.

Nuestra amistad continuó hasta su muerte. Se lo llevó el cáncer demasiado pronto. Ahora, cuando escucho su inigualable estilo en el aria de Rigoletto, que pocos tenores han llegado a superar, tengo la sensación de que está interpretándola a mi lado.

Los demás mortales somos recordados durante una o dos generaciones, los grandes artistas nunca mueren.

Ahí está como ejemplo Placido Domingo, activo y sin desmayo, y que algún día también nos legará la lección que está dando en vida, y su portentosa voz.