Desde el día de ayer, en el Congreso de los diputados, todos los partidos con la excepción del PP, aprobaron la prohibición, de ahora en adelante, de la amputación de miembros a las mascotas.

Quitarle las uñas a los gatos, cortarle las cuerdas bucales a los perros, las orejas, o la cola, siempre me ha parecido una salvajada propia de una tribu de salvajes.

Tampoco me ha parecido nunca bien llevarlos cogidos por el cuello como los esclavos raptados en África.

No puedo imaginar lo que pasaría si un padre o una madre utilizase este sistema para que, al sacar a sus hijos de paseo, éstos no se le desmandasen (ya sé que la comparación es exagerada, pero, en ese caso, habría que preguntárselo a los niños)

Con la medida adoptada ayer por los diputados, una de las pocas que tienen mucho sentido en esa jaula de grillos, España empieza a parecer un país civilizado.