Viendo un año más el concierto de Año Nuevo de la Filarmónica de Viena, no puedo evitar pensar en el contraste abismal entre la Europa que disfrutamos y los otros dos tercios de habitantes que malviven en nuestro planeta.

Ahora que los avances de la comunicación global permiten ver lo que está ocurriendo en directo desde los rincones más apartados del mundo, me pregunto qué pensarán los que pasan hambre, enfermedades y toda clase de miserias cuando ven el alarde de lujo y riqueza que se percibe en el famoso concierto.

Y lo más triste es que su drama no tiene fácil solución mientras que, como las ovejas, nos cerremos en grupo y con los ojos cerrados para protegernos del lobo.

Pero el lobo, cuando está hambriento, ataca, se introduce entre las ovejas y acaba por destruirlas.

Sus intentos los estamos ya padeciendo y no son fáciles de controlar.