Vamos ahora a construir un verdadero motor una vez conocido su principio de funcionamiento. Sustituimos la cacerola por un «cilindro» tapado por un extremo, la tapa, por otra pieza llamada «pistón» y el agua, por gasolina. Los anillos que rodean al pistón, se llamarán «segmentos» y sirven para establecer un ajuste perfecto entre aquel y el cilindro. Llenemos el cilindro de gasolina y aire, el oxígeno contenido en el aire es necesario para que se produzca la combustión. Una vez completada la operación, quememos la mezcla, provoquemos la explosión. Con esta acción conseguiremos convertir el tandem aire-gasolina en un gas que habrá elevado su temperatura entorno a los 800º C.

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El poder de expansión del gas proyectará el pistón a gran velocidad hasta el extremo libre del cilindro. Ahora vamos a añadir unas piezas más a nuestros motor para perfeccionarlo. En primer lugar, practicamos un orificio en una de las paredes del cilindro para dejar que el gas escape por él. Esto nos permite cerrar el otro extremo y «recuperar» el pistón para la siguiente explosión. Si queremos que vuelva a la posición inicial por sí mismo, le podríamos colocar un muelle. Además, situaremos el orificio de forma que la apertura y cierre la realice el propio pistón.

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El ejemplo que acabamos de ver nos ha servido para comprender como funciona teóricamente el motor, aunque, lógicamente, no tiene ese aspecto. La inclusión de un muelle se ha hecho con fines didácticos, ya que no serviría de mucho emplear gasolina únicamente para comprimir muelles. El motor, en términos reales, consta de muchos más elementos. Vamos, por tanto, a añadir algunos más para acercarnos poco a poco a un motor auténtico.

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