Ocurre de vez en cuando: “La Guardia Civil de Tráfico “caza” a un conductor que circulaba a 226 kilómetros por hora en la Radial 3, donde el límite establece 120 km/h”.

El vehículo que conducía el infractor es un modelo Audi A-8, uno de los automóviles más seguros y técnicamente fiables que pueden encontrase en el mercado ( esto lo añado yo).

¿Justifica su garantía mecánica- a esa O a mayor velocidad- que se puede circular por una vía pública, por la circulan otros vehículos, el exceso cometido por este conductor?. No.

A 226 kilómetros por hora: ante una emergencia, el error de otro conductor, un alcance por diferencia de velocidades, una distracción o cualquiera de las otras muchas situaciones que esconde el factor sorpresa, además de la considerable gravedad de las lesiones ante la eventualidad de una colisión a más 200 kilómetros, escapa a las capacidades de cualquier conductor por muy experto y atento que circule. El que un piloto profesional sea capaz de frenar a más de 300 k/ph y pasar por una curva complicada a 250, es otra historia que no admite comparación posible, y me parece excelente que, quien cree poder hacerlo en una carretera abierta al tráfico, sea severamente castigado.

Pero habiendo dejado esto muy claro, considero totalmente desfasado y propio de un sistema que continúa considerando merecedores del infierno a todo el que rebase los 120 km/ establecidos, sin distinguir ni vías ni circunstancias.

Las radiales, al menos las que conozco próximas a Madrid, y otras autopistas de reciente construcción, mantienen el estado del firme en perfectas condiciones; una señalización que nada tiene que envidiar a las mejores de Europa, y un sistema de vigilancia y mantenimiento que permite subir los límites a 150 km/ sin ningún riesgo.

Como yo supongo que la DGT y sus muchos expertos en la materia conocen y, posiblemente, comparten mi opinión, no me queda más remedio que afirmarme en la idea de que, de lo que se trata, es de eso, de “cazar” en vías en las que, el agente, siguiendo órdenes, sabe que “tira a perdiz parada”.

Paco Costas