Quien algo quiere, algo le cuesta. Cuando General Motors decidió cancelar la venta de Opel a Magna y retenerla en su seno sabía mejor que nadie que eso implicaba cuidar de ella para evitar su desintegración, lo que finalmente ha terminado pasándole una factura de las que quitan el hipo: 1.900 millones de euros. Esta es la cifra que General Motors ha anunciado que invertirá en Opel con el fin de devolver el brillo a la enseña de Rüsselsheim, y eso sin contar con los cerca de 2.000 millones de euros que está pidiendo ahora a los gobiernos donde su filial mantiene centros de producción (España entre ellos).
Inicialmente GM había solicitado préstamos por valor de 2.700 millones de euros, pero la sorprendente ruptura de las negociaciones con Magna encolerizó al gobierno alemán, que ya se había comprometido a apoyar económicamente a Opel de terminar en las manos del conglomerado austriaco-canadiense. El cambio de parecer de GM y la subsiguiente respuesta germana son en parte la causa de la dolorosa reestructuración por la que está pasando el fabricante, obligado ahora a reducir sus costes estructurales en un 30%, con la consiguiente destrucción de más de 8.000 empleos por el camino.