Desgraciadamente, la idea que vengo persiguiendo desde hace ya muchos años, para que los jóvenes puedan conducir desde los 16 años, es sólo un “mosqueo”, un rumor (mosqueo, cuando yo era un chaval, no quería decir enfado como se utiliza ahora, mosqueo era cuando alguien te contaba algo que no era verdad o te amagaba con algo como si fuese a darte, en ese caso se decía, chasqueando los dedos, “dos de mosqueo”).
Y eso es lo que ha pasado con la noticia, nos han dado “dos de mosqueo”, sobre la posibilidad de que podais conducir un automóvil desde los 16 años acompañados por un adulto, me dicen en Tráfico que es un tema que está en estudio en la Comunidad Europea, y parece que va para largo.
Es una pena que los políticos que, o se retrasan en las decisiones o acaban armando un lío, no se den cuenta de que, si los jóvenes comienzan a conducir a los 16 años, cuando tengan 18, conocerán las normas y sabrán controlar mejor un automóvil.
En cualquier caso, ¿no será mejor y menos peligroso, circular sobre cuatro ruedas que sobre dos? Cuando ya se sabe conducir un automóvil y, por tanto, se conocen las reglas del juego, para aquellos amantes de las dos ruedas, es mucho más fácil conducir una motocicleta, se tiene mayor sentido del peligro, y se corren menos riesgos por ignorancia.
Queridos chavales que me haceis el honor de seguir esta página, os voy a hacer una confesión, hace ya muchos años, cuando las cosas no eran tan complicadas, yo comencé a conducir sin carné antes de los 16 años. Os parecerá mentira, pero por Madrid circulaban muy pocos coches, y para ganarme la vida, que por entonces era una cosa muy seria, repartía nata montada por las cafeterías -por entonces, también había muy pocas- con una vieja camioneta Renault.
Para que os hagais una idea (preguntad a vuestros abuelos cómo era el Madrid de los cuarenta), yo aparcaba la camioneta en plena Gran Vía sin problemas, y para que, los pocos “guardias de la porra” -que así se conocía por entonces a los policías municipales- no me multasen por no tener el carné, yo, de vez en cuando, les llevaba una pequeña caja de cartón con nata montada. Ya lo sé, direis que eso era un soborno, pero es difícil que comprendais lo que puede hacer el hambre.
Os cuento todo esto, con un solo propósito. Sé por experiencia que, cuando se empieza a conducir muy joven, como sucede en países como los Estados Unidos, cuando se llega a la edad adulta, el hecho de manejar un automóvil se convierte, como el caminar, en una rutina más de la vida cotidiana, con naturalidad y sabiendo siempre a lo que uno se arriesga por hacer el bobo o saltarse la Ley a la torera; porque tendreis que reconocerme que eso es lo que hacemos muchas veces, con un ciclomotor, o con un scooter de poca cilindrada.
Pero en ningún caso, bajo ningún concepto, trateis de imitarme. Aquellos eran otros tiempos y ya me gustaría a mi vivir lo vuestros, aunque los políticos a veces sean tan cerriles que, cuando crecen y se hacen mayorcitos, se olvidan de que ellos también tuvieron 16 años.
Os juro que estoy tan desilusionado como vosotros.